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sábado, 10 de mayo de 2014

Tradução do poema "Nau francesa navega" (versão cantada) do sérvio para português por Anamarija Marinovic

Bem-vindos ao meu mundo de imaginação. literatura, cinema, fotografia, tradução de poesia e conheçam contos da minha autoria
Креће се лађа француска
(најпопуларнија певана верзија)
Силно је море дубоко
Дубоко плаво, широко
Нигде му краја видети,
Не могу мисли поднети.

Креће се лађа француска
Са пристаништа солунска,
T
ранспорт се креће Србади,
Ратници браћа рањени.

Полазим тужан, болестан,
Помислих: „Боже, нисам сам.“
И моја браћа путују
И са мном заједно тугују.

Сваки се Србин борио,
 У рову славу славио,
Срећан се Богу молио,
Да би се кући вратио.

Радости нема ни за трен
Наиђе швапски сумарен,
Сви моле Светог Николу,
Његову силу на мору
!

Nau francesa navega (versão cantada mais popular)

Poderoso é o mar profundo
Profundo, azul, largo
O seu fim não se consegue observar
Pensamentos não os posso suportar.

Nau francesa navega
Do porto de Tessalónica
Navega o transporte dos sérvios
Guerreiros, irmãos feridos.

Parto triste, doente,
“Deus, não estou só”, pensei,
Os meus irmãos também viajam
E comigo juntos lamentam.

Cada sérvio esteve a lutar
Na trincheira festejou o santo familiar
Feliz a Deus esteve a rezar
Para ao seu lar regressar.

Não há um instante de alegria
Eis o submarino alemão que se aproxima
Todos oram a São Nicolau
Pela sua força no mar!                   Tradução; Anamarija Marinović


lunes, 31 de marzo de 2014

Racismo por Anamarija Marinovic

Bem-vindos ao meu mundo de imaginação. literatura, cinema, fotografia, tradução de poesia e conheçam contos da minha autoria

 Racismo
-¿Te casarías con un hombre negro?- le preguntó una vez a Ana una de sus compañeras de la Universidad. Por acaso no eran amigas, mucho menos muy próximas, de hecho, se conocían apenas de la biblioteca de la Facultad de Letras de Lisboa, siendo “hola”, “buenas tardes” y “¿qué tal?” entre las pocas frases que hasta entonces habían cruzado.
            Sorprendida con esa repentina proximidad y con ese inesperado deseo de conversar de su colega y sin saber muy bien a qué propósito venía la pregunta, Ana dejó por un instante de leer su ejemplar de la revista Evasões y, deliciándose de su taza de té (aquel con un maravilloso olor a vainilla y caramelo), levantó la mirada y se limitó a responder:
-          Pues, mira, no sé. Depende… Depende de muchos factores, como cualquier casamiento. Y ¿se puede saber por qué  me lo estás preguntando?
-          Por nada. Sólo quería saber. Por curiosidad, nada más. Pero, me sorprendes. Yo que, de tanto verte aquí en la biblioteca estudiando, pensé que eras una chica más moderna, contemporánea, mas liberal  de mente abierta, open-minded, es decir y tú resultas todavía muy retrógrada, muy anticuada, muy intolerante… Yo te acabo de hacer una pregunta tan actual, tan importante, tan contemporánea y tan cosmopolita y tú no eres capaz de darme una respuesta concreta, limitándote a un simple “no sé” y a un vago “depende…”. Estoy decepcionada, Ana…
-        - Mira ahora tú, en primer lugar, una pregunta tan actual, tan importante, tan contemporánea y tan cosmopolita no se hace “por nada” ni “por curiosidad” y mucho menos a alguien a quien recién conoces. Debe haber una razón Hasta pensé que habías iniciado una relación con un chico africano y que me querías dar la feliz noticia, pidiéndome la opinión. En ese caso, te agradecería la  confianza y te felicitaría. Pero, si me acabas de llamar todos esos nombres, ¿por qué quieres seguir conversando?
-          Disculpa, era sólo una pregunta. Y además, ¿yo a empezar a salir con un chico así? No, qué idea… Es decir, nunca se sabe, pero.. no, no. No era nada personal. Era solamente para saber lo que tú opinabas. Nada más.
-          Ora bien, tu pregunta ahora merece un poco más de mi atención- dijo Ana disfrutando de su té, que todavía estaba caliente y que seguía desprendiendo el olor a vainilla y caramelo- Tu pregunta es tan generalista e igualmente vaga como si me hubieras preguntado si me casaría con un hombre gordo o con un chico que usa gafas o con un joven bajo y de ojos azules, si a mí me gustan más los morenos (si queremos decir la verdad, a Ana no le gustan “los morenos” sino un solo moreno, además, ella sólo tiene ojos para esa persona y el resto del mundo no le interesa en absoluto, muy romántica, idealista y sinceramente enamorada de un solo chico, así es nuestra Ana, y hasta creo que amaría a ese alguien y si fuera más rubio y más blanco que su madre, pero bueno, esto se queda entre paréntesis, no es para el público más vasto, y especialmente no para la chismosa esa que ahora está conversando con ella). O si me casaría con un chico de otra ciudad. En todos esos casos te respondería lo mismo: “no sé” y “depende”. Depende de mil cosas: de cuánto tiempo lo conozco, del tipo de relación que pretendo, de las cosas que tenemos en común, de los momentos que pasamos juntos, de su comportamiento en determinadas situaciones…  De todo eso. ¿Entiendes?  Si me hubieras preguntado si me quería casar con aquel colega mío de la Universidad, aquel que pasa la vida en el Facebook, que no tiene beca ni tampoco trabaja, sabes, aquel que una vez estuvo aquí almorzando conmigo, te diría, desde luego que no, pero no por él ser africano, sino por ser la persona más vanidosa, arrogante, irritante y seudointelectual que he visto en mi vida… Y por ejemplo, si me hubieras preguntado si quería tener un marido de la edad de mi papá,  te diría naturalmente, que no, porque si busco un novio, un compañero para toda la vida, él tendrá que tener una edad próxima de la mía…
-           Ah, eso de la edad no tiene nada que ver, yo conozco casos con grandes diferencias de edades que funcionan bien.
-          Yo también, pero son raros (ah, esa tonta nunca más me deja en paz, se me enfría el té…) Y, también, si me hubieras preguntado si me quería casar con un hombre que hace años que está sin trabajo o que  ha cambiado quince empleos hasta ahora porque no se aguanta más de tres o cuatro meses en ninguno, mi respuesta sería un tajante y terminante “no”, pues , claro, nadie quiere a su lado una persona que no es seria y con comportamientos infantiles. Ahora, eso de casarme o no casarme con alguien sólo por él ser o no ser africano, negro, como quieras, no me preocupa mucho y, me vas a disculpar, no te puedo decir ni “sí” ni “no” sin estar en una situación concreta que envuelva esta cuestión. (Me vas a disculpar, pero estuve leyendo una interesantísima revista y bebiendo uno de mis tés preferidos, cuando me interrumpiste con tu pregunta estúpida y fuera de lugar, pero lo tengo que mantener entre paréntesis…) Tengo algunos amigos y conocidos negros, son gente simpática, educada, leída, viajada. Me llevo bien con ellos También tengo amigos de otras razas (no me gusta mucho esta palabra, pero si existe, hay que usarla en su debido contexto). Y conozco a muchos chicos y chicas de otras nacionalidades y culturas, con quien fui trabando amistades a lo largo de mi camino académico, profesional y personal: tengo amigos españoles, italianos, mexicanos, chilenos, rusos, polacos, un israelita (Nir, que siempre andaba de bicicleta y era muy ecologista), un iraní (Mani, mi gran amigo, con quien, a pesar de algunas divergencias, ahora me llevo estupendamente), Yusuke el japonés, muchos chinos, pero también debo mencionar a Amalia (una excelente colega caboverdiana), Kristina, la croata…
-           Ella es croata y tú eres serbia y ustedes se hablan y no se odian….
-          Claramente, y ¿por qué nos habríamos que odiar? La guerra pasó, ella es una excelente persona y tiene la misma opinión sobre mí, no hablamos de la política, ya que tenemos muchos más intereses en común; la interpretación de conferencias y el pilates por ejemplo.
-          Bueno, los amigos son otra cosa, pero, ¿tú serías capaz de vivir con alguien de otra… cómo decirlo, de otra raza?
-          Ya te lo he dicho, no lo sé, depende… (Otra vez esta con sus tonterías interculturales, no sé a dónde quiere llegar y tengo que terminar el té, ya se está quedando tibio y ya casi no huele a nada).
-          Pues, si tú sigues insistiendo en que no sabes, significa que eres racista. Por lo menos escondida y que no lo admites…
-          ¡Qué conclusión! ¿Con base en qué  te fundamentaste? (Piensa lo que quieras, odiosa. Pues, tú eres más blanca que yo, pero me irritas, si se pudiera ser racista blanco contra blanco, lo sería con certeza… Y ni sé lo que estaba leyendo y mi té se está quedando frío y amargo, otra vez entre paréntesis) Y si bien te interesa, una de mis figuras preferidas de toda la historia de la humanidad es Nelson Mandela, por todos sus méritos en la lucha por la igualdad y un mundo mejor. Por otro lado a Obama no lo aprecio mucho, pero no por ser negro sino por determinadas actitudes, por ejemplo el deseo de interferir en el asunto de Crimea, que a lo largo de la historia, casi siempre pertenecía a Rusia.
-          Pero, Obama es el primer Presidente americano negro de Estados Unidos, ¿y, no te parece que la sociedad americana está más preparada para la abertura democrática que la Rusia de Putin? Es que, lo que él hace es dictadura pura…
-          Mira, me parece que más te vale no hablar sobre cosas que desconoces, pero si estamos en democracia, cada una tiene derecho a su opinión. A mí, personalmente, no me parece que en Estados Unidos haya suficiente democracia y libertad. Además ellos resuelven muchos asuntos políticos bombardeando los países que no les gustan: Serbia, Irak, lo que sea. Además, Putin puede no ser el mayor demócrata en el mundo, pero tampoco lo pretende aparentar en público. (Espero que esta tonta comience a leer más periódicos para que pueda basar us opiniones en algo  sin ser las imágenes estereotipadas que los otros le habrán metido en la cabeza. Yo solamente quiero volver a leer mi revista. Del té ya ni hablo, debe tener un sabor insípido, desisto, en fin…).
-          Ah, ustedes los serbios, siempre defendiendo a los rusos…
-          Para eso no me faltan razones históricas, culturales, religiosas… pero, volviendo a tu cuestión inicial: los matrimonios entre personas de razas diferentes: tengo una amiga eslovena, de ojos verdes y cabellos claros, casada con un chico angoleño. Hacen una excelente pareja, se quieren mucho y me alegro por ellos. Por otro lado, me dolió profundamente la situación con el antiguo tenista alemán Boris Becker.
-          Y ¿qué pasó con él?
-          Pues, se tenía que divorciar de su primera mujer negra, Bárbara, porque los medios de la comunicación social lo presionaban tanto y hasta creo que alguien había amenazado a su esposa de muerte.
-          ¡Qué horror! Pero, bueno, así son los alemanes. Siempre con su orgullo, con su manía de superioridad, con su identidad, su raza pura. Son todos unos Nazis. Los odio…
-          Y tú, ¿no eras muy europea, cosmopolita, tolerante y contemporánea? No me vengas ahora con odios y rencores. Si te declaras de liberal y open-minded, cuidado con lo que dices. No generalices. (Ah, esta no se cansa: me interrumpe la lectura, me estropea el gusto del té y quiere acabar con mi paciencia… pero, no se lo voy a permitir. Si quiere guerra, la tendrá, pues. Y, por hablar en guerra, como una buena serbia y balcánica que soy, sé muy bien lo que es guerra y cómo hay que ganarla, por supuesto).
-          No, es que…
-          Mira, a lo largo de mi caminata personal, profesional y académica he conocido a algunos alemanes, entre ellos a mi excelente colega y gran amigo Christian y su simpática esposa Sabine. Ellos dos no tienen propiamente ideas nacionalistas, mucho menos racistas ni Nazis. Son personas cultas, educadas y altamente tolerantes.  Y son absolutamente adorables. Te garantizo que no merecen que los odies.
-          Está bien, Odiar, no odio a nadie. Es una forma de decir. No digo “odio”, pero los detesto, no me gustan los alemanes, es todo.
-          Y ¿por qué?
-          Pues, por todo. Por las guerras mundiales, por su lengua fea y difícil, porque son enemigos de toda la gente en el mundo y porque… todos los odian, razones no me faltan.
-          En parte, tienes razón. A nadie le gustan las maldades ni el hecho de haber habido dos guerras mundiales (si bien que Serbia participó en ambas y  del lado de los Aliados ganó las dos gracias a su gran coraje, sacrificio y arte militar).
-          Otra vez tú con tu orgullo nacional… Entiende de una buena vez por todas  que estamos en el siglo XXI, en Europa en que ya no importan ni el pasado, ni las fronteras, ni las banderas de cada país, ni mucho menos la Historia. Ahora es todo más flexible, podemos viajar sin visado, no nos interesan ya los vencedores o perdedores de las guerras. Todo eso es pasado. Ahora somos ciudadanos del mundo.
-          Aunque seamos ciudadanos del mundo, no caímos de paracaídas al mundo. Tenemos nuestros orígenes, nuestras tradiciones y valores, los idiomas que hablamos, las creencias e ideales, los gustos, y además, el gusto por la historia no hace mal a nadie. Una cosa es amar tu propio país, otra cosa bien distinta es odiar los otros países.
-          Es que, precisamente por la importancia de la nacionalidad y de la religión, dos fenómenos muy anticuados, empezaron todas las guerras del pasado. Tenemos que olvidar eso y libertarnos de lo que nos ahoga…
-          No concuerdo. No son ni la nacionalidad ni la religión en sí mismas las culpadas de las guerras sino el discurso político y la manipulación de las palabras e imágenes del ideario nacional, mítico y religioso por los líderes. Los intereses económicos, el deseo de dominar y subyugar culturalmente a los más pequeños y menos poderosos, es lo que lleva a las guerras. Puede ser que detrás de una ideología nacionalista o religiosa se esconda una aspiración al poder, no son la religión o la nación las que necesariamente son malas o buenas.
-          Ay, por favor…
-          Hasta cierto punto entiendo que no te gusten Francisco José o Adolf Hitler (si bien que ambos eran austríacos y no alemanes), pero  no puedes odiar a Kant,  a Goethe o a Mozart, sólo por haber hablado alemán. Y, como filóloga que soy, te digo que no hay lenguas difíciles, porque cada una tiene sus ventajas y desventajas cuando hay que estudiarla. Feas, puede haber, pero eso depende del conocimiento que tengamos de la cultura y del grado de identificación que tenemos con un país o con una civilización. Claro, la parte afectiva es muy importante, porque mucha gente identifica el aprendizaje de una lengua con las clases de un determinado profesor de la escuela: si era simpático y enseñaba bien, se nos quedaban más fácilmente en la memoria muchas más palabras y frases, que en el aula de alguien cuya única función era cumplir con el programa…
-          Aquí tienes razón, sí.
-          (Por fin concordamos en alguna cosa, espero que en breve se acuerde de irse, porque quiero pedir un nuevo té, este ya no sirve para nada y quiero seguir leyendo mi revista…) Y eso de la Unión Europea: sí, claro, fue basada en ideales bonitos y en la intención de promover la paz y la integración. Me parece bien que haya intercambio cultural, programas de becas como el Erasmus, pero, por un lado, mientras hay una tendencia globalizadora, hay también una onda contraria, la de destacar las especificidades de cada entidad. Me parece genial haber ciudades capitales de la cultura y me encantó Guimarães.
-          Sí, a mí también, es una ciudad preciosa.
-          Pero, la existencia y longevidad de la Unión Europea ha suscitado cuestiones aún en las célebres figuras de la cultura portuguesa como Eduardo Lourenço, cuya, Europa Desencantada traduje con mucho placer al serbio.
-          ¿Ah, si? ¿No te pareció difícil?
-          (Si hay alguna cosa que no soporto en este mundo es que me pregunten si algo es difícil…) Cualquier trabajo que queremos hacer con un mínimo de seriedad y responsabilidad es difícil, pero me ha dado un enorme gusto traducirlo, porque adquirí un nuevo conocimiento y una nueva sabiduría. Expresa bien sus opiniones y me parece que no le importa mucho lo que todos piensan. En ningún lado existe una democracia absoluta, una igualdad ideal, entre los propios habitantes de un mismo país hay divergencias económicas, culturales, religiosas, sociales, etarias,  y eso es bueno, porque si no, la vida sería monótona y viviríamos en una dictadura.
-          ¿Cómo así?
-         -  Pues bien, el miedo y la opresión son los mecanismos más usados en los sistemas totalitarios para formatear las mentes de las personas. Cuanto menos la gente piensa, más fácil es manipularla, ¿Entiendes? Hace poco dijiste que no te gustaban los alemanes porque toda la gente los odiaba. Y ¿dónde entra tu propia opinión sobre ellos, tu propia experiencia con algún alemán para que te puedas basar en ella y decir lo que estás diciendo?
-          Bueno, no digo toda la gente, es un modo de decir. No me gustan los alemanes. Ni los rusos. Ni los brasileños (Ay, esa gente…  Sólo piensan en el fútbol, en el café, en las telenovelas, en las mujeres bonitas, en el samba y en el Carnaval… Qué horror…)
-          Mira, yo pensé que tú eras una chica  muy culta, que podías ir más allá de los estereotipos (que aunque generalmente se usen con una connotación negativa, pueden significar algo deseable y aceptable y nunca es posible eliminarlos por completo. Por ejemplo, cuando a mí me dicen que todas las mujeres serbias son muy bonitas, que los serbios somos un pueblo que aprende fácilmente los idiomas y que estudia mucho, pues, me alegra. Es obvio que me va a gustar el comentario, aunque pueda no ser absolutamente verdadero. Voy a agradecer las simpáticas palabras de mi interlocutor y claramente no voy a decir: “Nooo, qué va, es un estereotipo, quítatelo de la cabeza y del lenguaje.” Claro que no.) Y disculpa ser aburrida, pero ¿qué vas a hacer con aquellos brasileños geniales como Jorge Amado o Monteiro Lobato? Y ¿en qué categoría vas a encajar a los brillantes investigadores brasileños que escriben libros y organizan congresos, como mi colega y amigo Fabio?
-          - Pues, está bien, siempre hay excepciones, pero…
-          Y disculpa reiterar la cuestión, pero, tú te casarías con un chico extranjero? Ya veo que no querías tener ni un marido alemán, ni un marido ruso, ni uno de Brasil, pero, ¿qué tal alguien de otro país?
-          Pues, no sé… Depende… Nunca tuve un novio extranjero… Nunca lo pensé… A lo mejor… Sí, tal vez… si me enamorara mucho y si él fuera guapo y rico (estoy bromeando, claro), a lo mejor sí.
-          Te voy a decir una cosa: tuve una conocida que sólo salía con chicos de descendencia africana. Para experimentarlos, decía ella: para saber cómo se besaban, si era verdad que eran tan mujeriegos como se solía creer, si eran machistas, si eran fuertes y resistentes, y a mí eso me parecía extremadamente indigno. Principalmente para ella, porque me daba vergüenza escuchar con qué pormenores ella contaba a sus amigas sus salidas y diversiones en las discotecas con cada uno de sus novios… Y la critiqué una vez.
-          ¿La criticaste por salir con africanos?
-          No, sino por ser tan fútil y superficial y por no permitirse el lujo de conocerlos mejor, charlar con ellos, aproximarse más a ellos, saber más de sus culturas… aprender algunos de sus valores. Pues, yo no apruebo ese comportamiento.
-          Yo tampoco. Claro que no.
-          ¿Y sabes lo que me dijo esa chica?
-          Ni idea.
-          Que yo era racista, imagínate.
-          Pues, es una tonta, ni vale la pena hablar de ella. Y tú, ¿qué le respondiste?
-          Para demostrarte que no lo soy, ni tampoco nacionalista, me debo casar con un negro, con un chino, con un japonés, con un americano nativo (claro, porque no se puede decir ni “indio” ni indígena”), con un hindú, con un árabe, con un judío, con un gitano, con un alemán, con un turco, con un húngaro, con un iraní, con un croata, con un rumano, con un albanés, con un nicaragüense y con un saturnino. Al mismo tiempo, por supuesto.
Sólo cuando esta conversación adquirió un tono un poco más gracioso, la interlocutora de Ana se dio cuenta de que su pregunta inicial no era de las más bien sucedidas, se rió un poco y la dejó pedir otra taza de té (ya que la primera hace mucho que está fría y no tiene ni el sabor ni el olor encantadores del inicio del cuento) y seguir leyendo su bonita revista Evasões, que había dejado en la mitad de un texto, curiosamente sobre los restaurantes africanos en Lisboa. Libre de palabras superfluas y temas difíciles, Ana se volvió a concentrar, pues hoy ha sido un día agotador y mañana le espera un trabajo de seminario por presentar…


sábado, 22 de marzo de 2014

Preguntas y respuestas por Anamarija Marinovic

BEM-VINDOS AO APAIXONANTE MUNDO DE LETRAS PRECIOSAS E IMAGENS ENCANTADORAS, SEJAM LEITORES, OBSERVADORES, CRÍTICOS E PALAVRÓFILOS, LEIAM, LEIAM, LEIAM. MESMO QUE UM PROVÉRBIO POPULAR SÉRVIO DIGA QUE "A CABEÇA É MAIS VELHA QUE O LIVRO", ISTO É QUE O PENSAMENTO É MAIS ANTIGO QUE A ESCRITA, LEIAM, ISSO AGUÇA O ESPÍRITO, ENRIQUECE O VOCABULÁRIO E A ALMA, DESPERTA A CURIOSIDADE E FAZ VOS PALAVRÓFILOS CURIOSOS TAMBÉM...

Preguntas y respuestas

Toda la gente sabe que una pregunta insolente merece una respuesta valiente y la rica sabiduría popular ibérica lo ha confirmado innúmeras veces. Aunque ninguna de las dos protagonistas de esta historia es de origen hispánico o lusitano, tanto Ana cuanto Milena estudiaron español y portugués y les fascinan las culturas de la Península Ibérica. Bien, digamos la verdad, a lo largo de la historia, hubo muchas mentes brillantes serbias, célebres o anónimas, que, gracias a su lucidez, se acordaron de inventar aforismos, proverbios, sentencias, adagios, llámenlos como quieran, pero todos ellos, en su esencia, son respuestas geniales a preguntas importantes en la vida humana, sin necesariamente ser insolentes. Tanto Ana como Milena lo saben y se sienten muy orgullosas de sus orígenes serbios, de las sabias enseñanzas de su pueblo y de la heroica historia de los Balcanes, en que la guerra, la miseria, el hambre y el dolor  tuvieron muchas oportunidades de ser los únicos maestros de millares de personas. Por eso, cualquier serbio sabe, y bien, cuándo hay que mostrar los dientes de la ironía y cuándo untar el bálsamo de la suave consolación cristiana, basada en el sistema de valores tradicionales, y cuándo tiene que dar a la conversación un sabor al irrepetible y reconocible sentido de humor, que tanto caracteriza esta cultura europea.
Ana y Milena, dos grandes amigas de opiniones similares acerca de asuntos importantes, de puntos de vista parecidos en lo que se refiere a la religión, a la familia, a su país y a los otros, también son muy hábiles en el uso de la lengua, su fiel arma en muchas batallas verbales, que las dos mosqueteras, (así se tratan desde los tiempos de la Universidad) iban ganando en más diversas situaciones. Escuchémoslas, entonces, han llegado sus cinco minutos:
-¿Tú sabes hacer otra cosa a no ser estudiar?- le preguntó una vez a Ana una chiquilla peliteñida, maquillada y perfumada, de ropas de marca (baratas imitaciones compradas en Turquía o en uno de los puestos del Bulevar del Rey Alejandro, antiguo Bulevar de la Revolución en Belgrado, a precio accesible, pero que da uno de los pocos materiales de conversación a sus compradoras, provincianas, que fueron a la ciudad capital, supuestamente para frecuentar la Universidad y para ser ciudadanas académicas. Ésta, aquí en cuestión,  de ciudadana y de académica tenía tanto cuanto King Kong tenía de Mozart o de Benjamin Franklin…)
- ¿Y tú, sabes hacer otra cosa a no ser inventar preguntas idiotas?
Como todas las chiquillas peliteñidas, maquilladas y perfumadas, la interlocutora de Ana se quedó “sin texto”, como se suele decir en el lenguaje coloquial de la juventud de Serbia (claro, si el tema fuesen nuevos zapatos,  chismes sobre cantantes o modelos (que andan con jugadores de fútbol, pues claro, ellos están llenos de dinero), o sexo, el “texto” de la que interrumpió una conversación entre Ana y Milena con su pregunta de importancia existencial, ocuparía centenas de páginas (aún así, mal escritas y con graves errores de estilo, supongo).
-¡Genial! ¡Qué gran victoria, Ana! Esa  se lo merece y bien. ¿No viste cómo se quedó callada? Pues, claro, como se dice en Portugal, “las voces del burro no llegan al cielo”… Jajaja.- respondió Milena toda feliz, y las dos amigas siguieron conversando de sus cosas (mucho más interesantes que el episodio que dio origen a este cuento).
            Ana era delgada y Milena tenía otra estructura ósea, era más alta y más fuerte que su amiga, pero a las dos les encantaba su cuerpo tal como estaba. Por eso, cuando le preguntaban a Ana: “¿Por qué tú estás tan flaca?”, ella tenía todo el placer en responder: “Para disfrutar viendo como inútilmente te martirizas con regímenes y en los gimnasios para adelgazar”. Una vez, antes de Milena se haber casado, una de las familiares del futuro marido le hizo el siguiente comentario: “Milenita, querida, me parece que, desde la última vez que te vi, estás más gordita, no?” “Si quieres saber si estoy embarazada, para tu información, me voy a embarazar sólo después de la boda.” Otra vez un silencio desagradable del otro lado y nuevamente carcajadas y el enorme gusto por la palabra con que las amigas contaban una a otra las situaciones en que algunos desocupados y aburridísimos interlocutores las habían puesto, intencionalmente o sin querer.
-¡Ay, qué tonta esa gente! No tienen otra cosa que hacer… Realmente…- comentaban las dos y seguían con su vida normal
Por naturaleza de sus estudios e intereses, Milena y Ana conocían a muchos extranjeros y tenían que enfrentar muchos prejuicios que la propaganda occidental habrá introducido con suceso en las mentes y preguntas de sus conocidos de otros países.
-          ¿Las mujeres de Serbia son todas amas de casa que pasan el tiempo con sus quehaceres domésticos, cuidando de los maridos e hijos?- fue la pregunta que dejó a Milena estupefacta por un instante, hasta que se le ocurrió responder:
-          ¿Y ustedes en la Europa Occidental son tan ignorantes que no saben buscar en el Internet ni en las enciclopedias algunas de las informaciones más básicas sobre los países vecinos? Y, además, no veo cuál es el mal en saber mantener el orden en tu propia casa, cuidar con todo el cariño del marido y educar a los hijos correctamente. De tanta emancipación, algunas de las mujeres occidentales tienen la casa hecha un desastre, el marido bebiendo o buscando otras y los hijos apáticos, pasando horas y horas en el Facebook, sin planes ni perspectivas a no ser un buen botellón con los amigos en la plaza central de la ciudad…
-          ¿Sabes lo que es un botellón?- siguió la pregunta que pretendía ignorar o apagar el resto de la información que se acaba de escuchar.
-           ¡Claro! ¿Y qué esperabas? Si he estudiado español y además estuve en España y lo vi!
-          ¡Qué maravillosas respuestas que da esta Milena, no es por nada que es mi gran amiga!- se regocijaba Ana, admirada de la rapidez con que las palabras ciertas salían de la boca de su mosquetera.
-          Ustedes en Belgrado tienen aeropuerto?- le preguntó un desinformado y, ciertamente no muy inteligente, a Ana, cuando estuvo en Portugal por primera vez.
(¡Dios mío! Que ignorante! Pero, ¿por qué una ciudad capital europea no tendría un elemento tan banal de infraestructura como el sitio de donde los aviones despegan y adonde aterrizan…) Mientras estos pensamientos le pasaban por la cabeza, sonrió y respondió:
-          No, llegué volando con mis propias alas, que a veces me nace un par aquí atrás- dijo mostrando sus hombros.
-          ¿Ustedes en Serbia tienen electricidad?- le molestó a Milena otro comentario malicioso.
-          Si no hubiera por el serbio Nikola Tesla, toda la Europa Occidental y los Estados Unidos, estarían aún hoy, leyendo a la luz de vela, buscando al hombre como en los tiempos de Diógenes el Laercio.
-           Por culpa de la porquería de Serbia empezaron todas las guerras del mundo en todos los siglos- perturbó nuevamente a Ana el descaro de otro seudointelectual irritante.
-          Sí, sobre todo la de Irak. Y la de Siria. Y la de Vietnam. Y la de Chechenia. Y la guerra civil de Angola. Y la Revolución Mexicana. Y la de Octubre en Rusia. Además, muéstrame, por favor, aquí en el mapa, dónde está esa “porquería de Serbia” que tanto odias – y le prestó una agenda que en la parte de atrás tenía un mapa político de Europa, con todos los países bien distinguidos con colores diferentes.
-          Pues, no sé, es que no la encuentro, es que es difícil…
-          Aquí la tienes- acertó Ana de la primera tentativa, pues, era natural, de su país se trataba, pero ni se imaginan el brillo triunfal en sus ojos al ver la cara avergonzada, escondiendo la rabia y deseando chapurrear una respuesta mínimamente inteligente, pero el fulgor de su mente brillante no se lo permitía.
-          - Y, además, si quieres informarte mejor sobre “la porquería” de mi país, te sugiero que leas La Revolución Serbia de Leopold Ranke, o Oigan, Serbios, Tengan Cuidado con Ustedes Mismos de Rudolf Archibald Reiss, o la magnífica novela histórica El Puente sobre el Drina de Ivo Andrić (Premio Nobel de la Literatura en 1964, si no lo sabías) o cualquier otra obra de referencia…
-          Ustedes en Serbia hacen deporte?- (“Esto ya no se soporta”, pensó Milena cuando una de las inúmeras voces mal informadas le hizo la pregunta insolente).
-          Pues, de tanto vivir en las grutas y de tanto saltar de árbol en árbol, nuestros jugadores de básquetbol, vóleibol y polo acuático ganaron tantas medallas de oro, plata y bronce en los campeonatos de Europa o del mundo.
-           Las chicas de la Europa del Este son todas  promiscuas, prostitutas (y todo el campo semántico relacionado con la temática sexual) - oyó Ana una vez detrás de sus espaldas en el metro de Lisboa. Aunque el comentario no se refería a ella (y además, Serbia no es propiamente un país de la Europa “del Este”, porque, como toda la gente sabe, la Yugoslavia de Tito (a la cual pertenecía Serbia como una de las seis repúblicas federativas) no se encajaba en el Bloco del Este, sino a los No Alineados) y como es obvio, su propio caso desmentía las afirmaciones insolentes del pasajero que estaba detrás de ella, sintió la necesidad de responder, como debe ser y como Dios manda:
-           Las chicas de la Europa del Este no soportan a los ignorantes. Y usted, señor, es uno de ellos, sin la menor duda.- dijo y salió del metro sin llegar a ver la reacción del valentón ese que habla mal de las mujeres “de sus lados” de Europa…
-Jajaja, qué cosa escuché hoy- comentaban Milena y Ana, escribiendo mensajes e mails una a la otra, o riéndose en voz alta por el Skype, porque para una amistad, como la de dos mosqueteras, no hay distancia, ni obligaciones ni fatigas que puedan ser un obstáculo en la comunicación.
 Y voy a contar sólo una situación más en que participaron dos amigas, cada una en su momento, para terminar el cuento con una gotita de esperanza, ya que de risa hasta ahora habrá habido muchas…
Una vez un chico, de los modernos agnósticos o ateos, de los que, ciegos del consumismo y placeres mundanos, no ven más allá de su nariz, empezó con piedras y palos, a argumentar el derecho de la mujer al aborto (saben aquellas cosas de “la mujer tiene derecho y libertad de decidir sobre su cuerpo”, “no estamos en la época medieval”, “la mujer emancipada no puede estar en casa y ahogarse en la rutina de educar a los niños, limpiar el caos que ellos dejan”, “ y si una mujer quiere sólo su carrera e independencia, un hijo sería un estorbo”, “si un hijo es el fruto de una aventura, no debe nacer”, “una mujer responsable no quiere dar vida a un niño que no puede alimentar, si ya los tiene muchos…”)
-          Pues, una mujer responsable no entra en aventuras de una noche, y además, si tu madre hubiera sido tan moderna y emancipada para decidir sobre su cuerpo sin siquiera consultar a tu padre, tú ahora no estarías aquí para echarme el sermón, y si estuviéramos en la época medieval, tú probablemente estarías condenado por las herejías que estás defendiendo.
El silencio, la vergüenza y la rabia acompañaron el fin de esta conversación inútil para quien tiene sus convicciones firmes y bien enraizadas, y para quien no tiene oídos para las voces de burros (que, como ya hemos dicho, no llegan al cielo).
-¿Y dónde está ese tu Dios ahora que tu padre está gravemente enfermo?- zumbó en el oído de Ana una mozca más, de aquellas que no consiguieron entrar en una boca bien cerrada.
- Pues, a su lado. No es por acaso que justo en el día de una Pascua ortodoxa, cuando mi papá estuvo en coma, y cuando los médicos dieron los pronósticos más negros y pesimistas posibles (de él no hay nada, nunca podrá sobrevivir y si sobrevive, estará siempre conectado a las máquinas, en estado casi vegetal), movió un dedo (resurgió de los muertos, a la imagen y semejanza de Cristo, celebrando la eterna victoria de la Vida sobre la muerte y de Dios sobre el Diablo), y ahora no sólo sobrevivió, sino también anda (despacio y apoyándose en el bastón), pero anda, luchando contra la impotencia de la medicina actual y contra los molinos de viento que lo quieren detener.
- Pero, por favor… es una coincidencia… Eso de la Pascua y de Cristo y de no sé qué más… ¿Y si ese Dios es tan bueno, por qué permitió que tu querido papá estuviese en coma y que se enfermase tanto?
- Para guiarlo mejor t para ayudarle a entender de forma plena el valor de la salud, para fortalecer su alma en la fe, esperanza y amor, que todavía tiene en abundancia para dar a sus prójimos y al mundo, celebrando y glorificando el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (Amén).

      Pues, son así apenas algunas de las respuestas valientes que dos amigas y mosqueteras serbias, profundamente enamoradas de las culturas ibéricas, Milena y Ana, dan a muchas y muy frecuentes preguntas insolentes, dejando a sus interlocutores (si bien que, para alguien ser nuestro interlocutor, no le basta apenas hablar, sino también estar a la misma altura que nosotros) sin palabras o llenos de rencor, sin conseguir formular una sola respuesta válida y aceptable, que no sea una tentativa más de ofender o de mostrar su (grandísima) ignorancia. “No, gracias, de la ignorancia, ya estamos más que saturadas”, dirían con certeza absoluta dos grandes amigas. Por estas y otras actitudes, naturalmente, tienen muchos envidiosos. Pues, es lógico, porque, como se suele decir en Serbia, “detrás del buen caballo se levanta mucho polvo”, sólo que, en las palabras de Ana, “el buen caballo sigue siendo buen caballo y el polvo sigue siendo polvo” y ya está.
Así que, mientras cabalguen dos “buenos caballos” como Milena y Ana (pisando mucho polvo) y mientras usen la capa de sus valores, cultura, inteligencia y fe, y la espada de sus palabras valiosas, ni Serbia, ni sus ideales serán indefensos, ni su amistad será alguna vez corrompida. Así es y así será hasta el mundo ser mundo y la palabra “mosqueteras” constar en los diccionarios…





viernes, 21 de marzo de 2014

Ruido por Anamarija Marinovic

BEM-VINDOS AO APAIXONANTE MUNDO DE LETRAS PRECIOSAS E IMAGENS ENCANTADORAS, SEJAM LEITORES, OBSERVADORES, CRÍTICOS E PALAVRÓFILOS, LEIAM, LEIAM, LEIAM. MESMO QUE UM PROVÉRBIO POPULAR SÉRVIO DIGA QUE "A CABEÇA É MAIS VELHA QUE O LIVRO", ISTO É QUE O PENSAMENTO É MAIS ANTIGO QUE A ESCRITA, LEIAM, ISSO AGUÇA O ESPÍRITO, ENRIQUECE O VOCABULÁRIO E A ALMA, DESPERTA A CURIOSIDADE E FAZ VOS PALAVRÓFILOS CURIOSOS TAMBÉM...

 Ruido
Estás flaquísima. Como un esqueleto. Estás toda piel y huesos. Debes ir al nutricionista. Ningún chico te va a querer así. Por Dios, haz algo con tu cuerpo.
  Además, también debes ser sexualmente atractiva. Debes vestir ropas  atrevidas, usar maquillaje caro, tacones altos y minifalda. Tú nunca te arreglas y por eso estás sola y lo vas a estar siempre, Te vas a quedar para vestir santos…Si no haces algo, nunca tendrás novio.  Ese tal a quien tú quieres tanto, “tu príncipe azul”, no te ama, como es obvio, no le gustas ni como amiga y mucho menos como mujer, subrayo, no le interesas en absoluto.  No eres nadie para él.  Nadie, me oyes, nadie… Debes dejarte de esas convicciones tontas. Ese romanticismo, dulce e inocente del medioevo, esos sueños de quinceañera, que solamente se ama una vez… Dios mío, ¿quién te habrá metido esas cosas en la cabeza? Estamos en el siglo XXI…  Y essa educación que recibiste... Está toda desactualizada, equivocada, fuera de lugar...
Tienes que tener varias experiencias,  tienes que conocer gente, atreverte, experimentar…  La experiencia sexual hoy en día es, como decirlo, obligatoria, indispensable, no puedes ir tonta al altar… y además, eso del casamiento, es nada más un papel pasado, no sirve para nada, Y tienes que vivir con alguien antes de casarte, solamente así lo vas a conocer, si es que conocer a alguien importa para alguna cosa en nuestro tiempo …  Y mira, ni  siquiera curvas femeninas tienes. Tu pecho es pequeñísimo.  Ponte siliconas… Tienes que hacerlo. Es que…
- Si la estupidez doliera, mucha gente gritaría de dolores y no conseguiríamos escuchar ni nuestros pensamientos, mucho menos las palabras, como lo confirma la secular sabiduría popular serbia, por eso, hazme un favor, ¿quieres? No grites tanto. El ruido en tu cabeza me molesta profundamente.

En nuestro, tal como en  los viejos tempos, esta respuesta representaría un excelente método cuando se pretende cerrar una boca inoportuna. Pues, para que en ella no entren mozcas, bien se suele decir en la lengua de Sancho Panza, para defender algunas ideas quijotescas, que permanecerán a lo largo de los siglos, luchando contra los molinos de viento de los tiempos turbulentos en que vivimos... Así sea. Ahora y siempre y en los siglos de los siglos.
Amén.